Hasta cuando este tipo seguirá ex presidente enfrenta un problema de difícil solución: necesita definir este año la pelea con Clarín. Frente a esa exigencia extrema, los factores de poder le aplican una silenciosa cronoterapia. La justicia, los empresarios y buena parte de la estructura del peronismo arrastran los pies ante las presiones de Kirchner, que sabe que el tiempo juega en su contra.
Cualquier ciudadano de a pie, vivió la experiencia: cuando la ambición o la necesidad multiplica las exigencias, el cuerpo tarde o temprano pasa la factura. Y suele hacerlo en los momentos más inoportunos. Aventurar diagnósticos clínicos o peor aún, zambullirse en el sicoanálisis “a la carte” de los comportamientos políticos es un juego riesgo, cuando se ejerce el simple periodismo.
Mucho se especuló en estos días sobre las razones políticas y humanas que llevaron a Kirchner a su nuevo episodio coronario. Y es lógica la inquietud ya que se trata en definitiva del hombre que gobierna el país. El diputado Héctor Recalde, casi como un abuelo bueno, fue quien mejor lo aconsejó desde el sentido común: “Le recomiendo a Néstor que baje un cambio”.
Y acaso sin darse cuenta disparó al corazón del problema político que aqueja al oficialismo. Detrás de la aceleración de las conductas, campea la velocidad de vértigo, que el propio Kirchner le imprimió a su estrategia. La pelea a matar o morir que dispuso librar con Clarín, se pierde con cada día que pasa sin definirse.
El análisis correcto del impacto del factor tiempo en las propias fuerzas es acaso la tarea más delicada que debe enfrentar un líder. Le pasó a Napoleón cuando cayó derrotado, mucho antes de Waterloo, ante el famoso “general invierno” que deshizo su ejército en las estepas rusas. Se embarcó en una pelea demasiado larga y áspera, sin medir bien la resistencia de sus tropas.